La ONU advierte que en 2100 más de 5 mil millones de personas habitarán zonas áridas

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Más de 5.000 millones de personas podrían habitar zonas áridas a finales de este siglo si no se toman medidas para frenar la actual tendencia global hacia la desertificación, advirtió la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (UNCCD) en un informe reciente. Según el estudio, los efectos de la creciente aridez serán «múltiples y en cascada», y afectarán a todos los aspectos de la vida de estas personas para 2100, especialmente si su actividad está vinculada a la agricultura.

El informe destaca que el 77,6 % de la superficie terrestre experimentó temperaturas superiores a las consideradas «normales» y que las tierras áridas aumentaron en «4,3 millones de kilómetros cuadrados» en los 30 años previos a 2020, sin posibilidad de recuperar su estado original.

La principal causa de este fenómeno «amenazante para la vida» es la acción humana, subrayó el informe. La emisión de gases de efecto invernadero ha incrementado la temperatura terrestre, lo que ha alterado la cantidad y la frecuencia de las lluvias, así como el proceso de evaporación.

«Las consecuencias de la inacción serán cada vez más graves, y la adaptación ya no será opcional, sino una necesidad imperiosa», advirtió Barron Orr, jefe de la unidad científica de la UNCCD, en un comunicado.

Impacto en varios aspectos de la vida

Si la tendencia hacia la desertificación sigue creciendo, muchos aspectos de la vida diaria y la calidad de vida se verán afectados, incluyendo la economía, el ecosistema, el acceso al agua y la salud.

El aumento de la aridez se ha relacionado con una disminución del 12 % del Producto Interior Bruto (PIB) de los países africanos entre 1990 y 2015, y un 2,7 % en las naciones asiáticas. Las previsiones para 2079 indican que las pérdidas podrían llegar a un 16 % en África y un 6,7 % en Asia.

Si no se adoptan medidas para erradicar la pobreza multidimensional, el cambio climático podría aumentar el número de personas en situación de pobreza entre 35 y 122 millones para 2030, especialmente en regiones áridas como el Sahel, el este de África y Asia meridional.

La aridez también podría provocar la pérdida del hábitat de al menos el 55 % de las especies animales y obligar a comunidades enteras a abandonar sus hogares debido a la escasez de agua y al colapso agrícola, lo que generaría tensiones sociales y políticas a nivel global, con especial impacto en Oriente Medio, África y el sur de Asia.

La escasez de agua será otra consecuencia clave: más de dos tercios de la superficie terrestre (excluyendo Groenlandia y la Antártida) tendrán menos agua disponible a finales de siglo.

En Oriente Medio y el norte de África, la creciente evaporación atmosférica ha aumentado el consumo de agua por parte de la agricultura, representando el 90 % del agua disponible.

En términos de salud, se prevé que las muertes relacionadas con las altas temperaturas aumenten entre un 3 % y un 13 % en América Central, el sur de Europa y el sudeste asiático para finales de siglo, si las emisiones de gases de efecto invernadero continúan en niveles elevados.

Cooperación internacional y medidas preventivas

El informe destaca que esta crisis requiere una respuesta global y coordinada, con políticas nacionales alineadas con objetivos internacionales. Los investigadores instan a los gobiernos a integrar planes de aridez y sequía en sus estrategias, con el fin de gestionar de manera efectiva el agua y la tierra.

Además, se resalta la importancia de los programas que capacitan a los más afectados por la aridez, brindándoles habilidades, apoyo financiero y educativo. Algunos resultados de estas iniciativas incluyen el cambio de cultivos agrícolas a variedades resistentes a la sequía y la cría de ganado más tolerante a la aridez.

El informe también sugiere varias medidas adicionales, como integrar la medición de la aridez en los sistemas de monitoreo de sequía, promover el uso sostenible de la tierra y adoptar tecnologías para optimizar la recolección y gestión del agua.

«La humanidad tiene las herramientas necesarias para enfrentar este desafío, pero la pregunta es si tenemos la voluntad de actuar», concluyó Nichole Barger, presidenta de la Interfaz Ciencia-Política (SPI) de la UNCCD.

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