USAID, fundada en 1961, ha sido una piedra angular en la política exterior de Estados Unidos, promoviendo el desarrollo económico, la democracia, la salud y la estabilidad en países en desarrollo y en crisis. A lo largo de los años, ha desempeñado un papel clave en la mejora de la calidad de vida de millones de personas en todo el mundo, brindando asistencia humanitaria, apoyo para el fortalecimiento de instituciones y la promoción de la paz y la estabilidad en regiones conflictivas.
Sin embargo, la administración de Donald Trump intentó implementar recortes en el presupuesto federal, lo que generó incertidumbre sobre el futuro de la agencia y sus programas. Al asumir la presidencia, Trump suspendió temporalmente el suministro de recursos a USAID, una medida que afectó la continuidad de la asistencia en varias regiones vulnerables. Esta suspensión tuvo un impacto directo en las personas que dependían de la ayuda humanitaria para sobrevivir, especialmente en contextos de crisis humanitarias y emergencias de salud pública, como las epidemias y desastres naturales.
Los recortes propuestos generaron preocupación entre las organizaciones internacionales y las comunidades que reciben la asistencia, ya que USAID es un actor fundamental en la respuesta a emergencias y en el fomento de la resiliencia a largo plazo. Si bien algunos programas de la agencia lograron adaptarse a estos cambios, la incertidumbre sobre los fondos disponibles pone en riesgo la continuidad de muchos proyectos esenciales para el desarrollo y bienestar de millones de personas en todo el mundo.
Este tipo de decisiones refleja las tensiones internas en la política estadounidense sobre el gasto en ayuda exterior y la forma en que los recursos deben ser asignados. Aunque bajo la administración de Biden se ha reanudado el apoyo a la ayuda internacional, los cambios en las políticas de financiamiento de USAID siguen siendo un tema de debate.