
Si el expresidente Donald Trump decide lanzar un ataque militar contra Irán —por ejemplo, apoyando a Israel en la destrucción de instalaciones nucleares como Fordow o incluso asesinando al líder supremo Ali Jameneí— el conflicto en Oriente Medio podría escalar dramáticamente y tener repercusiones globales.
Un bombardeo estadounidense contra Fordow —una instalación subterránea de enriquecimiento de uranio ubicada en lo profundo de una montaña— podría marcar el inicio de una fase más violenta del conflicto. Sin embargo, expertos advierten que la destrucción de este sitio no eliminaría necesariamente el programa nuclear iraní y, de hecho, podría acelerarlo.
Peor aún, si Estados Unidos decide asesinar a Jameneí, no existe garantía de que su sucesor sea más moderado. El sistema clerical iraní, instaurado tras la Revolución Islámica de 1979, ha resistido varias revueltas internas, y podría responder con dureza.
Antes de los recientes ataques israelíes, Irán y Estados Unidos estaban explorando la posibilidad de limitar el programa nuclear iraní a cambio de alivio económico. Aunque las negociaciones se estancaron tras el ataque, Irán ha mostrado disposición a retomar el diálogo.
Vali Nasr, profesor de la Universidad Johns Hopkins, señaló que si Estados Unidos ofrece incentivos reales como garantías de paz o levantamiento de sanciones, Teherán podría considerar una negociación. Sin embargo, la reciente exigencia de Trump de una "RENDICIÓN INCONDICIONAL" complica esa posibilidad.
Aunque Fordow es el centro de atención, Irán podría tener sitios secretos que aún no han sido descubiertos. Si se siente acorralado, podría usar lo que le queda para avanzar en su capacidad nuclear, incluso saliéndose del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP). Aunque Teherán insiste en que su programa tiene fines pacíficos, se niega a renunciar al enriquecimiento de uranio, derecho que considera soberano.
Hasta ahora, Irán ha evitado atacar directamente a Estados Unidos o a sus aliados regionales, como Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos. Pero si Washington entra directamente en el conflicto, Irán podría cerrar el estrecho de Ormuz, punto clave para el comercio mundial de petróleo, y activar a sus aliados como Hezbolá en Líbano, los hutíes en Yemen y milicias en Irak.
Ellie Geranmayeh, del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, advierte que si Trump presiona por la rendición total, Irán luchará hasta agotar todas sus capacidades.
Trump insinuó esta semana que se consideró asesinar al líder supremo iraní, aunque dijo haber decidido “no hacerlo por ahora”. También el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, declaró que un cambio de régimen “podría ser el resultado” de la guerra.
Sin embargo, analistas coinciden en que incluso si Jameneí muere, lo más probable es que el poder pase al Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica o a una figura aún más radical. Un escenario de caos o incluso guerra civil no se descarta, aunque ven pocas posibilidades de que la debilitada oposición liberal se imponga.
Aunque líderes como Netanyahu han instado al pueblo iraní a rebelarse, el historial reciente muestra que cualquier levantamiento enfrenta una dura represión. Las manifestaciones de 2022, bajo el lema “Mujer, Vida, Libertad”, fueron brutalmente contenidas.
Al principio, algunos sectores de la oposición interna celebraron los ataques israelíes, pero el incremento de víctimas civiles ha reforzado el nacionalismo. Las redes sociales iraníes se han llenado de mensajes patrióticos, que si bien no respaldan al régimen, muestran rechazo a la intervención extranjera.